Así es como Rafael entró en mi vida. Así se fue instalando. Todavía no se divorciaba y ya salía de fijo conmigo. Íbamos a la Muestra Internacional de Cine en la Cineteca y la perseguíamos cuando se nos iba una película a donde fuera, a las salas de la UNAM, al Diana o a una sala por la salida a Cuernavaca. Aquél año se trató sobre la tolerancia o algo así. Las películas eran todas muy extrañas. Algunas entrañables. Pero todas eran una gran experiencia. Yo descubría el mundo a su lado. Terminaba la carrera y no quería entrar al mundo real. Quería seguirme con una maestría o pedir una beca a Inglaterra, pero no me atrevía a vivir sola y lejos. Estaba demasiado cuidada. Quería escribir más que nada en el mundo, pero no tenía material. Solo sabía cómo irme de la facultad a mi casa en metro y supongo que a nadie le interesa leer sobre eso a menos que pasen aventuras en el metro, pero entonces todavía no se inundaban las vías, la gente no se encueraba para protestar por el alza en el precio, bueno, ni siquiera se saltaban los torniquetes. Necesitaba más vida.
Yo era feliz saliendo al cine, a cenar, pero básicamente al cine.
Un día, antes de bajarnos para ver la película en turno, Rafael se acomodó en su auto y me dijo muy serio, -Tengo que decirte algo. Prefiero ser yo quien te lo diga y no que te enteres por alguien más.
Yo solo abrí los ojos muy grandes y me senté muy derecha en el auto.
-¿Te acuerdas de Cristina la esposa de Bucio?
¿Cómo olvidarla? La zorra aquella que años antes me había robado a mi primer novio Héctor.
-¡Claro! Contesté.
-Pues tiene problemas con su marido y anduvimos saliendo. Ella, un día me llamó y me dijo si la podía ver en una esquina. Cuando fui por ella llevaba un vestido transparente y le pregunté si quería ir a un hotel, pero yo quiero alguien para mí. No quiero ya nada con ella. Y ya estoy contigo.
-Bueno, si ya terminó todo, no le veo el problema.
Y entramos a ver la película.
Poco tiempo después, antes de entrar a otra película se volvió a quedar sentado y me soltó la consabida frase, -Siento que esta relación no avanza.
Yo y mi experiencia de viajante del metro no entendí de qué rayos hablaba, ¿a dónde quería que avanzara? No llevábamos ni un mes ¿y ya se quería casar? Creo que ni se había divorciado.
-¿Cómo?
-Pues sí, no veo que pase más allá de salir y besarnos.
-Pues tú no estás divorciado todavía, ¿qué quieres?
-Tienes razón. Tengo que arreglar eso.
Y lo arregló. Después fue más claro con lo que pretendía con que avanzara la relación y no, no se refería al matrimonio. Mi experiencia de viajar en el metro iba saliendo más allá.
miércoles, 2 de julio de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario